Síndrome de apnea del sueño y enfermedad cardiovascular

2. SUEÑO Y RESPIRACIÓN

Es conocido que el sueño se asocia a importantes cambios en la función respiratoria. La respiración durante el sueño va a depender de la fase del sueño, de los impulsos ventilatorios y de la presencia o ausencia de patología pulmonar. El hecho de que para dormir el hombre adopte una posición de decúbito, tiene por sí mismo una influencia importante sobre la respiración, afectando predominantemente al volumen corriente ya la saturación de oxígeno, intensificando los trastornos respiratorios durante el sueño.

La respiración se encuentra controlada por dos sistemas distintos pero interelacionados. Uno automático o metabólico, se va a localizar en las estructuras troncoencefálicas y en la médula, recibiendo información de los quimioreceptores periféricos y de la homeostasis gaseosa. El segundo sistema es de control voluntario, localizándose en las regiones anteriores del cerebro, coordinando además al primer sistema con respecto a la realización de otras funciones, como deglución, masticación, etc., recibiendo asimismo las influencias del sistema reticular ascendente.

Durante el sueño, el patrón respiratorio va a depender de la fases del sueño (Phillipson, 1978). En el estadio NREM, la regulación de la ventilación se realiza a través de la actividad de los quimioreceptores, principalmente de la PaCO2. Sin embargo, durante la fase REM (rapid eye movements), el control de la respiración parece depender menos de los valores gasométricos, a excepción de la fase tónica, ya que el patrón respiratorio es regulado por eventos activados neuronales intrínsecos, que son responsables asimismo de otros fenómenos como el del movimiento rápido ocular.

Durante las fase III y IV se produce una respiración regular tanto en la frecuencia como en la profundidad. La ventilación minuto es más constante, aunque ligeramente reducida, produciéndose una disminución de la saturación de oxígeno. En algunos individuos puede aparecer una respiración periódica, especialmente en los estadios I y II, fundamentalmente al inicio del sueño. Se habla de respiración periódica, cuando existe una variación cíclica en la amplitud del patrón respiratorio, siendo variable la amplitud, de tal forma que puede llegar a producir apneas. La variación de la amplitud de la respiración está en relación con el nivel de vigilancia. Los niveles más altos se recogerían en los períodos de «arousal o despertar transitorio no consciente» o de actividad alfa, mientras que el progresivo enlentecimiento electroencefalográfico se acompañaría de una disminución de la amplitud de la respiración.

La ventilación se encuentra reducida durante todas las fases del sueño, en relación a la vigilia, siendo de escasa intensidad en la fase NREM y más marcada en la fase REM, particularmente durante la fase de intensos movimientos oculares. En la fase NREM la frecuencia respiratoria es menor, produciéndose una caída del 6% al 14% de la ventilación minuto y un incremento de 46 mmHg de la tensión de CO2 con respecto a la vigilia (Phillipson, 1978). Este hecho se atribuye fundamentalmente a 4 factores: resistencia de la vía aérea, alteraciones de la relación ventilación perfusión, disminución de la actividad del impulso ventilatorio ya alteraciones del patrón ventilatorio.

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